‘Home’ y ‘El hijo del sueño’, de Alejandro Alonso: la tierra que pisa nuestro cine
Por MAYTÉ MADRUGA – 07 diciembre, 2023
RIALTA
“Aprendemos a vernos a través de la fotografía”; es una de las frases más conocidas del ensayo Sobre la fotografía de Susan Sontag. Sin embargo, en la obra del realizador cubano Alejandro Alonso tal pareciera que existe una voluntad expresa de desaprender a reconocernos a través de la fotografía, de las imágenes en movimiento. Ahí encontramos marcas, manchas, oscuridades que provienen acaso del mundo onírico.
También algunas películas de Alonso pudieran relacionarse con la frase que inicia el ensayo Nuestra Américade José Martí: “cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea”. El diálogo entre las palabras de Martí y las imágenes de Home (2019) y El hijo del sueño (2016) construiría otros mundos posibles, identidades mixturadas, formas indefinidas de lo consciente.
Ambos filmes integran el programa de presentaciones especiales del IV Festival de Cine INSTAR. Están disponibles hasta el 10 de diciembre en la plataforma online Festhome, y se proyectarán en la sala e-fluxScreening Room en Brooklyn, Nueva York, este sábado 9 de diciembre.
Al director cubano siempre le ha interesado la intervención sobre la imagen, en movimiento o fija, que abra portales a un entendimiento más sensitivo, menos lineal, más deconstructivamente circular. Conceptos y nociones profundamente ensayados, como la nación, la identidad o la madre, encuentran en estas dos películas un contrapunteo incisivo.
Madre y patria no solo son palabras. ¿O sí? El hijo del sueño se fue a un país con numerosas poblaciones nombradas Cuba, pero allí no ha encontrado su nacionalidad. El sonido, y por consiguiente la palabra, le da forma al mundo. Las palabras ilustran los sentimientos, y las imágenes –seleccionadas por el realizador– son la mente que divaga, que no es capaz de distinguir claramente.
La memoria es algo imprescindible para narrar los sueños, para crear la nación. La patria suele a veces ser tan desprendida con sus hijos como una madre; por eso es importante que esas postales no sean regaladas, que no corran el riesgo de caer en otras manos, en otra historia… Las postales son el vínculo matérico entre madre e hijo. Entre un ciudadano y su nación de origen.
Dice la filosofía yóguica que todos tenemos un número determinado de respiraciones. En El hijo…, esas inhalaciones son un mecanismo de cuerda, con un ritmo propio y una cantidad limitada de giros.
Hay varias formas de orientarse en este mundo. La memoria puede ser una, pero esta memoria a menudo se mezcla con precisiones fútiles, fechas, coordenadas. Son estas, en última instancia, pequeñas guías para algo impermanente, adornos de una imagen difusa que busca apelar al sentimiento, a la reconstrucción de un sentido otro, de una patria otra.
¿Qué es una idea? En el plano sutil, la idea es pensamiento puro. De forma prematura, una idea se convierte en un prejuicio. En tiempos demorados, la idea se convierte en algo sobreanalizado, que no se materializa. El cine como dispositivo hacedor de ideas es otra de las formas que definen estas dos obras de Alonso.
En Home la idea de nacionalidad se deconstruye a partir de la interrogación a los supuestos originales o auténticos que permitirían al individuo autodefinirse. Alonso pone esa noción en crisis. Pues es solo así que pueden surgir nuevas formas de mirarse, de percibirse. Cuando tu nombre no es único, cuando las ideas se repiten, cuando las historias que nos definen son hasta cierto punto similares, cada construcción identitaria es un plano cerrado, una imagen deteriorada, un fragmento de algo más grande que se escapa, se confunde, queda velado como una foto sobreexpuesta.
“Home”, para los hispanohablantes, es “casa”. Asimismo, la palabra “homeland” se traduce al español como “patria”: en ese camino simbólico se pierden elementos físicos como la tierra, y también la alusión directa al hogar. Según la versión en línea del diccionario británico Collins, la palabra “homeland” es utilizada para designar el país en que uno nace, o el que haces tu hogar. Para sumergirse en las películas de Alonso, es importante resaltar esta segunda acepción: convertirlo en hogar.
Tanto en Home como en El hijo…, el metraje induce a tomar acción, a creer y reconfigurar lo que cada individuo debe llamar “casa”, y cuán pertinente es o no sustituir la sensación de lo doméstico, del calor del hogar, por la inmensidad abstracta que plantea la palabra “patria”. El tío del realizador, Julio César, decidió que su hogar último sea su familia, su madre. Entonces, su sobrino Alejandro reconstruye ese puente y, luego, se pregunta en Home si fue necesario destruirlo en algún momento, o si aún permanece.
Solo mediante la intervención de las imágenes puede el director acercarse a estas preguntas, soñar con conocerse a sí mismo: proponer que nuestra esencia sea imaginada más allá de un simple acto nominal o un arbitrario límite físico, geográfico.
Según Sontag, “las fotografías transcritas en una película dejan de ser objetos coleccionables, como lo son aun cuando se presentan en libros”.[i]
Tal vez no sean en sí mismas coleccionables, pero los relatos que crean, las historias que iluminan, sí lo son. Se transmutan en retazos de sueños materializados, aunque en este siglo XXI tengamos la impresión de que se convertirán en polvo en el viento con solo un delete. Y, de una u otra forma, quedan en un lugar de la memoria. Al menos así pasa con estas películas de Alejandro Alonso. Cada desasosiego que produce una imagen distorsionada, cada recogimiento de un plano, queda ahí… mezclándose en el inconsciente cual energía kundalini que despertará desde la raíz hasta el alma.
[i] Sontag Susan. Sobre la fotografía. Epub libre. Edición digital: Titivillus. 2016, pág. 9.
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